Sentimos nostalgia. Nostalgia de Cristo. Todos los sagrarios del mundo están heridos, abiertos, vacíos. No está Él. Hoy no hay Eucaristía. Ayer retiraron su Cuerpo. Hoy permanece en el sepulcro del recuerdo y la añoranza de muchos; pero también en el del olvido y la indiferencia de otros. De cualquier forma, y casi sin saberlo, todo el mundo tiene hoy nostalgia de Dios. Siempre la ha tenido. Porque ni amores, ni amistades, ni negocios ni deportes ni hobbys ni placeres pueden remediar esa intima soledad del corazón que todos sentimos algunas veces.
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Viernes de Pasión. Título certero le ha dado la tradición a este día. Porque en él, la pasión de Dios por el hombre llega a su punto más alto. Jesús muere de amor por nosotros. Su Corazón divino, inmutable, humano es vulnerable. Y se deja herir en este día. Aunque la herida no es nueva: es tan antigua como el pecado del hombre. Y sangra desde entonces. Porque desde entonces se hizo, en cierto modo, corazón de carne. No se explica de otro modo su tenaz debilidad por el hombre. "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?", escribió el poeta. "Nada, en realidad, que necesite o que no tenga", respondería Dios desde el cielo. "Si muero por ti, es por el Corazón enamorado que llevo dentro".
Día del amor hasta el extremo. Día de la Eucaristía. Porque eso es el Sacramento: amor hasta el extremo. Amor que supera cualquier límite. Los grandes límites del amor han sido siempre el tiempo, la distancia y la división. La Eucaristía es el amor de Jesús del Jueves Santo. Dos mil años después, recibimos ese mismo amor intacto, fresco y lozano. Las manos de Jesús son recientes en cada Hostia; cada una está recién salida de su Corazón.
Domingo de Ramos Ciclo C
24 de marzo de 2013 Is 50,4-7 /Sal 21 /Flp 2,6-11 /Lc 22,14-23,56. Además de que hoy escucharemos la Pasión según S. Lc. hermanos, hoy también como preámbulo tenemos unos renglones de Isaías, un trozo del Salmo 21, y algo de la carta a los Filipenses. Empezando por que en la 1ª lectura habla el Siervo de Dios, -Cristo Señor-, se presenta como quien tiene lengua de discípulo; admirable vaticinio que destaca esa sublime característica del Verbo Encarnado que con la docilidad de un niño no predica sino lo que su Padre le ha encomendado. Y continúa “para que sepa yo sostener con palabras de aliento al abatido”; no podemos dejar de pensar en quien nos dice: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré”. Me ha abierto el oído y obedecí; sabemos por el Evangelio que para Jesús el cumplimiento de la voluntad del Padre era como su alimento. Se presenta para nosotros como modelo de infancia espiritual delante de su Padre, a quien adoraba, no obstante ser igual a Él. Barrabás es un personaje del evangelio que no parece muy importante, pero si nos fijamos, cada uno de nosotros estamos representados por él. Cuando Barrabás iba a morir por haber matado a un soldado, Jesús apareció y le cambiaron por él, y murió Jesús en vez de Barrabás. El Señor se cambió por cada uno de nosotros para que no muriéramos a la vida del alma y para que pudiéramos nacer de nuevo a la vida de la gracia después del pecado, nacer a la vida para poder ir también al cielo. Todo lo que hizo fue para que tuviéramos la oportunidad de amarle.
"¡Qué dolor de muelas! No puedo estudiar, ni leer, ni jugar, y ni siquiera puedo dormir ", se quejaba desconsoladamente. Alguna vez habrás tenido dolor fuerte de algo, ¡qué pesadilla!
Pues bien, el dolor de los pecados NO es así. Para perdonarnos en la confesión Dios nos pide dolor, y este dolor consiste en tres cosas: 1) reconocer que se ha pecado voluntariamente; 2) desear no haberlo hecho; 3) querer no volver a hacerlo y, para ello, poner los medios oportunos. |
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